ESCUELA DE MEDITACION Y SABIDURIA PERENNE
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FILOSOFÍA

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Somos una escuela laica de meditación que integra enseñanzas basadas en la Sabiduría Perenne con el fin de cultivar y fomentar el autoconocimiento. Entendemos que el ser humano contiene en su interior los mismos principios y arquetipos que constituyen el universo entero. De ahí, que conocerse a uno mismo en profundidad es conocer la verdadera naturaleza de la existencia. "Conócete a ti mismo y conocerás al universo y a los dioses"

Gnothi Seauton

Gnothi Seauton (Conócete a ti mismo) es el aforismo que, seguramente, mejor resume la tradición de sabiduría perenne. Señala de forma clara y concisa el camino que todo ser humano debe transitar para desentrañar la compleja trama existencial. Algo que ya sabían los que ordenaron esculpir este adagio en el frontispicio del templo de Apolo en Delfos para asegurarse que era visto por los miles y miles de peregrinos que viajaban hasta allí en busca de orientación o de una solución a sus problemas. 

Es tan simple como profundo. Afirma que no hay nada más importante que el autoconocimiento. Nos advierte que todo lo que necesitamos conocer ya habita en nuestro interior y que, por tanto, solo podemos hallarlo nosotros mismos indagándonos a nosotros mismos. En definitiva, nos sugiere que las respuestas a todas las preguntas, que la solución a todos los conflictos, que el reencuentro con la paz y la plenitud que tanto anhelamos se revela comprendiendo quienes somos realmente. 

Imaginemos a esos miles de peregrinos, y no solo peregrinos sino comisionados y delegaciones enteras de ciudades o polis, llegando a la falda del Monte Parnaso, lugar donde se encontraba el santuario de Delfos. Todos ellos con inquietudes, necesitados de un consejo, en busca de una guía que los oriente por los sinuosos vericuetos de la existencia. Pongámonos en las sandalias de esta gente que recorrían distancias enormes, la gran mayoría de ellos a pie, para que el oráculo dedicara unas palabras a las cuestiones que les proporcionaban desasosiego. Imaginemos la alegría que supondría llegar por fin a Delfos después del largo viaje y encontrarse en el interior de un lugar sagrado de bellas construcciones y mármol, de fuentes que manaban agua entre piedras brillantes. Envueltos en ese ambiente mágico, siguiendo el camino que les conducía hasta el santuario, llegaría un momento en el que, inevitablemente, se darían de bruces con la invitación a conocerse a sí mismos escrita en la fachada del templo. Lo más probable es que, la gran mayoría de peregrinos y delegaciones no advirtieran la profundidad y también porque no, la retranca del mensaje. Y es que, si lo miramos bien, el mensaje lo que les está insinuando a todos esos peregrinos hartos de tragar polvo es algo así como, «oye mira, no hace falta que te recorras Grecia en alpargatas para encontrar soluciones a tus problemas. Todas las respuestas se hallan en tu interior. Métete dentro de ti mismo. Estúdiate. Compréndete. Ese es el camino. El único camino. Pero bueno, ya que estás aquí pasa con el oráculo a ver que te dice de lo tuyo».

Todos somos peregrinos a Delfos. Todos buscamos soluciones a nuestros conflictos creyendo que esa solución se encuentra fuera de nosotros. Todos los seres humanos somos buscadores, en todos nosotros existe una llamada a la plenitud, lo que no imaginamos es que esa plenitud ya anida en nuestro interior. Lo que estamos buscando, y lo que a veces creemos haber encontrado ilusoria y fugazmente en las relaciones, el dinero, el éxito o el poder, es a nosotros mismos. El buscador es lo buscado. 
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"No vayas fuera, vuelve a ti mismo porque en el hombre interior reside la verdad". 

​Agustín de Hipona

Conocerse a sí mismo desde el centro de sí mismo

Habitualmente, conocemos la realidad desde un estado dominado por el pensamiento al que llamamos estado ordinario de conciencia. Desde aquí, el conocimiento que adquirimos es un conocimiento parcial, segmentado, subjetivo y eminentemente dual. Dual quiere decir que el campo cognitivo está separado en dos partes aparentemente antagónicas. Un yo que conoce, y un mundo que se muestra conocido. Esto nos lleva a considerar que tanto el conocedor como lo conocido son independientes el uno del otro. Es decir, que una cosa es la vida autónoma del conocedor (yo) y otra distinta, la vida que se desarrolla fuera de él (no-yo).

La sabiduría perenne nos dice que este estado ordinario de conciencia, no solo no es el único estado desde el que podemos percibir la realidad sino que es un estado engañoso e ilusorio, pues nos impide ver la realidad tal como es experimentándonos como lo que no somos: un pequeño yo limitado y aislado. De tal forma, que nos invita a conocer la realidad y a conocernos a nosotros mismos desde un modelo cognitivo más eficiente que se eleva por encima de la estructura condicionada del pensamiento dual. Este modelo es un modelo contemplativo, que se basa en situar la atención en el origen de la experiencia consciente, en la conciencia como centro y no en los contenidos que aparecen en la conciencia.    

Por ejemplo, si ahora mientras que leemos este escrito tomamos conciencia del contacto que ejercen las nalgas en la silla, en el sillón, o en el cojín en el que estamos sentados, podemos advertir claramente que hasta que la atención (centro) no ha alumbrado la experiencia del contacto de las nalgas con la silla (contenido), ese contacto no existía. No aparecía en el campo cognitivo. No se manifestaba. O sea que, el origen y centro de la experiencia, no está en el contacto, pues hasta que la atención no lo ha alumbrado, no existía. Esto revela que el origen y centro de la realidad que percibimos está en la atención-conciencia que ilumina la realidad, ya que todo aquello que aparece en el campo cognitivo requiere necesariamente de la atención para que se manifieste. Si ahora estamos viendo este escrito es porque hay una atención previa a los contenidos visuales que se ha enfocado en el escrito. Luego, todo lo que aparece en nuestro campo cognitivo, y lo que aparece en nuestro campo cognitivo siempre es, o bien sensorial (vista, oído, tacto, olfato y gusto) o bien emocional (emociones, sentimientos) o bien mental (pensamientos, ideas, reflexiones), son contenidos que aparecen en la conciencia pero no son la conciencia en sí misma. La conciencia es aquello que permite que se hagan conscientes, que, como luz que los ilumina, está en todos los contenidos, sin ser los contenidos. 

A lo que la sabiduría perenne llama conocer es a conocer la realidad desde la atención-conciencia en estado puro, desde el origen y centro consciente de la experiencia. Nos dice que, es situándonos en ese foco puro consciente que se eleva por encima de todos los contenidos, como el modelo cognitivo ordinario se transciende y se revela la existencia como no-dual. Es decir, se revela que no hay separación entre el conocedor y lo conocido, entre el yo y el mundo. O lo que es lo mismo, que no somos un pequeño yo limitado y aislado del universo sino que somos el universo entero y los dioses (fuerzas y sabidurías) que lo rigen. 

El conocimiento se da por identidad, mientras que estamos identificados con los contenidos que aparecen en la experiencia creemos ser esos contenidos particulares: el cuerpo, los sentimientos, lo que pensamos; pero a medida que nos identificamos con la conciencia como centro de la experiencia, la realidad se nos muestra tal como es, pues estamos siendo lo que somos desde el centro de lo que realmente somos. Si podemos hacer consciente todos los contenidos que aparecen en el campo cognitivo, incluido al ser individual desde el que percibimos la existencia es porque somos la Conciencia que se encuentra más allá de todos los contenidos y de ese ser individual. Si no, ¿Cómo podríamos hacerlo consciente?  

De cualquier manera esto no es algo que tenga que ser comprendido intelectualmente pues solo podemos saber quienes somos siéndolo. Es decir, sosteniendo la atención en el origen que alumbra la realidad por encima de todos los contenidos que constituyen la realidad. La sabiduría perenne, constituida por aquellos que han realizado su verdadera naturaleza, lo sabe muy bien. Sabe que cada cual tiene que descubrir la verdad por sí mismo y en sí mismo, y que lo más que puede hacer es esculpir en la fachada de los templos a los que acudimos en busca de orientación o de una solución a nuestros problemas, que todo lo que necesitamos conocer ya habita en nuestro interior. Que no hace falta que nos recorramos Grecia en alpargatas, pues lo único que tenemos que hacer es conocernos a nosotros mismos desde el centro de nosotros mismos.
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"Conoce en ti aquello que conociéndolo, todo se torna conocido" 

Mundaka Upanishad

Meditación 

Lo primero que advertimos cuando tratamos de experimentar la realidad desde su origen lúcido es que la atención apenas se sostiene unos segundos en ese estado. Enseguida advertimos la fuerza que tienen los contenidos mentales y sensoriales para erigirse como protagonistas de la percepción. Los hábitos, y la inercia que provocan los hábitos cognitivos duales, son tan poderosos que parece incluso antinatural percibir la realidad desde allí, cuando lo antinatural y desestabilizante es que el pensamiento domine la percepción.

Pues bien, a la práctica que cultiva el sostenimiento de la atención en la propia atención  es a lo que se ha denominado tradicionalmente como meditación. Meditar, por tanto, es sostener de forma fluida, natural y sin esfuerzo la atención de forma continua y eso es algo que se puede realizar tanto en comunión con el mundo exterior en el que desarrollamos nuestra vida cotidiana, como en el mundo interior haciendo sentadas introspectivas.

En cualquier caso, no es cuestión de modificar lo que hacemos, sentimos o pensamos (contenidos) sino de ser conscientes de ello de forma sostenida desde el origen mismo de la percepción (centro). Ya que lo que modifica la cognición ordinaria es experimentar lo que hacemos, sentimos o pensamos desde el foco consciente que lo ilumina.  

Si bien el reencuentro con lo que realmente somos puede acontecer en cualquier instante, lo más habitual es transitar un camino de reconocimiento que se va revelando a medida que vamos distanciándonos de forma natural de los hábitos duales por inconsistentes, por irreales. Para iniciar este camino de reconocimiento, que en realidad todos estamos transitando en mayor o menor medida, lo sepamos o no, ni siquiera necesitamos creer en él. No tenemos que aceptar que somos la Conciencia o la Presencia Pura que se eleva por encima de la realidad manifiesta si no lo hemos experimentado. De acuerdo con la propia Sabiduría Perenne, no tenemos que dar algo por sentado por mucho que creamos en ello, por muy bien que suene o por muy bien que nos lo hayan contado. La Verdad o lo Real no se encuentra en las palabras. Necesariamente, tiene que ser experimentado, pues es una experiencia profunda, un continuo consciente. Pero igual que no necesitamos creer en ello, tampoco deberíamos negar la posibilidad. Lo único que se sugiere es que investiguemos, que indaguemos, que vayamos en busca de la verdad desnudos.  

​Lo que se está planteando, ciertamente, es algo difícil de comprender desde un encaje intelectual. La sabiduría perenne nos sugiere la compatibilidad de un Ser-Conciencia Universal, impersonal, infinito, perfecto y eterno, con una criatura individual finita, imperfecta y temporal. Nos dice que en el corazón de toda entidad perecedera se encuentra el Infinito, que Dios no es que esté cerca de la criatura, es que es núcleo inamovible de su ser. Que, siendo distinto de todo, distinto incluso del ser humano, la Conciencia está presente en todo, guiándolo desde dentro hacia el recuentro final con Ello.
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En cualquier caso, todo comienza y acaba haciendo de la existencia un continuo consciente. Todo comienza y acaba sosteniendo la atención desde el origen de la atención. La meditación limpia el espejo. Solo hace falta mantenerse consciente frente a él para que reflecte la verdad, aunque la verdad sea que no hay nadie al otro lado, que nunca lo hubo y que nunca lo habrá.
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" Sin salir de casa, puede conocerse el mundo. Sin mirar por la ventana, puede conocerse el Tao del cielo"

​Lao Tse. Tao Te King
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